Muchos viajes he hecho a Salamanca, mi cariño por esta provincia debo llevarlo en los genes, pues mis padres eran de allí y en ella tengo multitud de familiares.
Todos los veranos me trasladaba desde Madrid a Salamanca para pasar parte de mis vacaciones veraniegas.
Mis hijos estudiaron allí, a pesar de la distancia, pues nuestra residencia la teníamos en Villarrobledo. Con motivo de esto cualquier cosa era buena para que mi marido y yo nos pusiéramos en la carretera; un puente, cualquier fin de semana o símplemente ganas de ir a verlos, aunque fueran nada más que dos días pues, la mayor parte de las veces, el trabajo no nos permitía alargar más nuestra estancia allí.
Bien podemos dar a Salamanca el calificativo de "Monumental". Entre sus innumerables joyas arquitectónicas están sus dos Catedrales, la Clerecía, la Casa de las Conchas, la Plaza Mayor, la más hermosa de cuantas he visto, centro neurálgico de la ciudad y punto de encuentro de estudiantes y ciudadanos en general; la fachada de la Universidad, con su famosa rana que todo el mundo busca desesperadamente; el Palacio Monterrey que forma parte de las multiples propiedades de la duquesa de Alba, etc. etc...
Si no fuera por sus crudos inviernos, sería uno de los lugares donde no me hubiera importado vivir.